Con el tiempo mis anhelos se volvieron dignamente austeros.
Esperanzas pequeñas que se constriñen a una pequeña vida biológica envuelta en
nubes de pensamientos. Pero mis sueños no, ellos crecieron enquistados en su
imposibilidad. Y un día me vi con un manojo de universos entre las manos. Y no
supe qué hacer con ellos. Me di cuenta que nada impedía que eso fuera real y
todo lo que hacía con ellos era nefasto, caótico y sin sentido. Entonces me
dije que quería renunciar a mi divinidad, porque para ejercerla debía cometer
injusticias en aras de justicias mayores incapaces de anular el sufrimiento
generado por sus existencias. Me vi incapacitado de lidiar con esas ecuaciones
tan extrañas. Hoy pienso que quizás nuestros hijos, dotados de inteligencia
artificial puedan resolver el dilema ya que no están sujetos al misterio de la
vida.
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