domingo, 8 de febrero de 2015
miércoles, 14 de enero de 2015
El espejo
Ver al otro, en su animalidad intrínseca, en su desesperada
levedad biológica, en su pequeñez cósmica, en su suprema ignorancia, cuya única
oportunidad de nobleza es asumirla en forma profunda y permanente.
Ver al otro, sobreviviendo en un revoltijo de atributos,
denominaciones y etiquetas. Atrapado en la cruel belleza del lenguaje, que lo
encarcela en palabras que a menudo se confunden con verdades universales. Ver
el espejo.
Ver un humano. ¿Y qué cosa es un humano? Alguien que se
autodenomina, alguien que se siente especial contrastando sus habilidades con
la humilde inteligencia de las otras especies.
Alguien que podría no saber jamás qué es en realidad. Todas las posibles
respuestas lo llevarían nuevamente a la prisión de su soliloquio, a entrar
nuevamente en la fantasía compartida de que el universo es definible, de que es
un ser social, de que necesita de sus sentimientos, cuando en realidad son
ellos los que parecen precisarlo para
existir.
Son nobles sus intentos por conocer y encontrar un orden,
una respuesta. Su ciencia es noble, su arte a veces también. Cuando se olvida
de si mismo lo encuentro más respetable. Cuando se ve arrastrado por sus
necesidades y placeres lo encuentro comprensible. Cuando tiende a desear que
otros piensen como él lo encuentro patético. Cuando utiliza la violencia lo
encuentro triste, muy triste, pero quizás él no pueda evitarlo. Nació en un
mundo violento, donde todos se nutren de todos, creció en un universo violento,
que nació de una explosión furiosa y donde las estrellas y otros seres aterradores
devoran mundos y galaxias.
Ha comido el fruto del árbol del conocimiento, y su peor
castigo ha sido darse cuenta, descubrirse mortal y falto de respuestas. Su pena
es vagar por el mundo descubriendo el infinito tamaño de lo que ignora y la
levedad de su existencia.
Está atrapado en una burbuja de piedra, aire y agua, en
mitad de un universo adverso. Cuando intenta salir lo atormentan la radiación y
la asfixia. Sus huesos se vuelven blandos y le recuerdan que está diseñado para
circular solamente sobre una roca esférica. Él tiene el defecto de soñar que es
libre, que puede habitar en otros mundos, que puede escaparse.
¿Podrá algún día vivir lejos de la celosa mirada de Tanit y
Ra?
martes, 30 de diciembre de 2014
El futuro
En el futuro podría haber masajeadores orgánicos que alivien tu espalda de una manera
inquietante, bio robots para tener sexo y mantener conversaciones interesantes
sin interferencias emocionales, biorobots emocionales que generen nuevos
problemas emocionales y judiciales, mundos virtuales muy reales de los cuales
muchos no querrán salir más que para cumplir con sus diversas necesidades
orgánicas. Lugares solitarios para los solitarios, lugares concurridos para los
sociables, puntos de encuentro, reinos privados con sus propias reglas etc.
Podría haber animales quiméricos para diversión de los humanos; pegasos, grifos,
leones alados y también animales olvidados que vuelven a la vida y cuya
referencia más obvia son los dinosaurios. En el futuro los viejos podrían
inspirar mucho respeto enfundados en sus exoesqueletos de fuerza descomunal.
Eso siempre y cuando existan los viejos porque quizás la ciencia elimine la
vejez, o esta sea una triste realidad
que solo padezca quien no puede pagarse la eterna juventud. Angustia pensar que los ricos lleguen a ser
casi eternos, siempre jóvenes y bellos
los pobres viejos y apestados. Inquieta pensar que la gente podría
diseñar a sus hijos a su gusto. Pero inquieta porque uno es un hombre del
pasado, así como inquietaría a un antiguo la facilidad con la que un hombre
puede adquirir apariencia de mujer en los quirófanos de nuestros días.
Quizás en el futuro haya que
defender con ahínco la privacidad de la mente como último reducto de la
libertad. Quizás la gente viva cercada por hackers y gobiernos intentando
permanentemente piratear sus cabezas en
forma directa. Si es así la propaganda caerá en desuso como método rudimentario
de control.
En un futuro indeterminado y
mucho más alentador, el mundo espiritual
podría caer en el olvido como último reducto de creencias primitivas e irracionales.
El mundo espiritual podría tener el mismo rango que las historias de hadas y
castillos tienen en nuestros días. Y con suerte nadie tendrá mucha idea de que
cosa es exactamente una religión. Ojalá la humanidad opte algún día por la
razón. El placer, el bienestar, el conocimiento y la expansión universal de la
especie serían los sencillos objetivos de los humanos. Pero quizás todo ello
sea excesivamente optimista.
Quizás nosotros no logremos
nunca llegar a la razón y lo hagan nuestros sucesores, los robots sin
contaminación biológica, después de varias generaciones de reproducción y ya
alejados de la influencia humana. Pero es imposible imaginar cuáles serán sus
motivaciones y sus objetivos.
Quizás una asteroide, una
supernova o un supervolcán acabe para siempre con cualquier posible utopía o
distopía y la pequeña anécdota humana entre rápido en el amplio palacio del olvido,
que seguramente alberga la mayor parte de todo lo que ha existido.
domingo, 12 de octubre de 2014
La personalidad
Es
patético ver a tantos creyentes en la personalidad al borde de un agujero negro
de información, en el ojo de la tormenta, en el vaporoso y violento intestino
de un tornado, mirando girar las cosas, escuchando toda la sarta de estupideces
que dicen y hacen los famosos, eternos famélicos que temen al olvido más que a
la muerte. Escuchando cada día a los sabios de nuestro tiempo justificar las
reglas y los métodos higiénicos de la nueva inquisición. A los hombres de leyes
sacar brillo a su nueva lista de pecados, fundamentada en una moral ya ni
siquiera divina, sino asentada en el fervoroso e irracional clamor de las masas
o en dudosas investigaciones financiadas en forma obscena por los gobiernos.
Y
se pierde en nuestros días más tiempo y dinero elaborando los engaños y
enajenaciones destinadas a embrutecer a la multitud que lo que se gana con los
resultados. De manera que los grandes dominadores de nuestros días son supremos
imbéciles conduciendo a millones de piaras de estúpidos, por el tortuoso camino
del significado de la vida. Un significado único y obligatorio desde antes del
nacimiento, sin consulta previa. Y se nos hace responsables por nuestra
naturaleza en un mundo al que en ningún momento solicitamos venir.
Así
se perpetra la injusticia. Y en este mar de lágrimas se nos exige forjar una
personalidad, creer en ella y serle fiel hasta la muerte. Una especie de
casamiento obligatorio con una entidad rígida y artificial denominada
personalidad. Un concepto casi judicial, un consenso unánime forjado en lejanos
tiempos, que hasta hoy permite ponerle límites al individuo. El ridículo
dictamen de la grosera sociedad humana pretende detener el tiempo y congelar el
dinamismo. Es una bacteria irrisoria pretendiendo parar un tsunami.
Desde
el mundo académico que estudia la física cuántica, se debería advertir que es
imposible que exista algo como la personalidad. La dinámica de las partículas
no lo permite.
El
desatino es tan gigantesco que se han nombrado doctos sobre el tema. Individuos
fantasiosos que le dicen a la gente cómo debe ser y qué tipo de personalidad poseen.
Son como astrólogos homologados, mentirosos con aval real y divino. Autoridades
de cosas vacías y mitológicas. Granujas que pretenden conocer la mente del
hombre como sui fuera una sola. Temen mojar los pies en las aguas infinitas del
caos que sustenta el universo. Ocultan la verdad que ellos bien conocen. El
universo es de por sí demencial y ellos piensan que el hombre común
enloquecería si pudiera ver la realidad por unos segundos. Pero ellos se
sienten por encima como los viejos censores que se sentían capacitados para ver
todas las presuntas perversiones que debían vedarse a los ojos del pueblo.
Las
instituciones humanas, corruptas por definición, alimentan esta fantasía tan
útil para ejercer la dominación y el manoseo intelectual en cada persona. Las
grandes instituciones, a cuyo respeto incondicional se nos obliga bajo amenazas
más o menos veladas según el caso, viven de estos conceptos, así como de toda
idea inamovible o absoluta. Son intrínseca e inevitablemente conservadoras. Y
lo que pretenden conservar más que nada con este proceder no son sacrosantas
tradiciones sino riquezas, inmensas riquezas ganadas perjudicando a las
multitudes en todas las formas posibles. De lo cual se deduce que ‘la personalidad’
o también la clasificación taxonómica de cada individuo es un instrumento
político de dominación.
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